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"Happycracia", o la obligación de ser felices

  • Foto del escritor: Eleuterio Valldigna
    Eleuterio Valldigna
  • 23 mar 2019
  • 1 Min. de lectura

En 1998 nacía en EE.UU. la "ciencia de la felicidad" (la psicología positiva), que, bien financiada por fundaciones y empresas, en pocos años ha introducido la felicidad en lo más alto de las agendas académicas, políticas y económicas de muchos países.


Pero se trata de una ciencia que quizá no sea tan sólida como pretende, sino más bien endeble; quizá no sea tampoco tan bondadosa como se supone, pues alrededor de ella florece una poderosa industria con terapias positivas, servicios de coaching o aplicaciones como Happify, que prometen “soluciones efectivas y basadas en la ciencia para una mejor salud emocional y mayor bienestar en el siglo XXI”.


Una ciencia y una industria que venden una noción de felicidad que está “al servicio de los valores impuestos por la revolución cultural neoliberal”.


Para ella,no hay problemas sociales estructurales, sino deficiencias psicológicas individuales. Riqueza y pobreza, éxito y fracaso, salud y enfermedad, son fruto de nuestros propios actos.


Gracias a ella, estamos obligados a ser felices y sentirnos culpables de no sobreponernos a las dificultades.


Alimentando una noción de felicidad que, a la larga, lo que acaba por producir es toda una legión de hipocondriacos emocionales.


 
 
 

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